Categories:> Josué Tarí Madariaga

«Hola, soy Josué Tarí»

¿Por dónde empezar a contar tu historia, sabiendo que el principio es algo que no recuerdas?

A donde llega mi memoria y los álbumes de fotos, solo hay cabida para verme en movimiento, saltando, corriendo, trepando, jugando. “El muelle” me llamaban mis abuelos, y como tal no he parado de subir y bajar. De eso se trata la vida misma ¿verdad? Otra cosa es con lo que nosotros nos quedamos. Y la mayoría de las veces en la vida, hay que bajar y por qué no decirlo, caer, para impulsarse con más fuerza cada vez. Hasta que en una de esas batidas llegas a donde te has propuesto. Y esto nos lleva al presente. Me presento.

Soy Josué, alias «El Sherpa» y tengo 28 años, una cifra única para mí, mi número mágico, mi fortaleza, mi momento, o al menos el momento de contaros quién soy y de dónde vengo, porque el medio de transporte ya lo sabéis… ¡saltando como un muelle! Energía y movimiento.

Mi madre era entrenadora de natación, mi padre escalador, y cómo no, me engancharon desde pequeño al mundo del entrenamiento. Es de esas cosas que no recuerdas cuándo empezaron, porque siempre han estado ahí.

El complemento perfecto para cualquier cuerpo es un alma grande, y cómo no, mi padre era profesor de guitarra. Alma en forma de música, pasión, arte, quizás ese fue uno de mis motores, o al menos el combustible que alimentaba mi alma y mi necesidad de expresión. Aunque solo durante unos pocos años de mi infancia. Me costaba estar sentado prestando atención, pero a la vez era un chaval introvertido, vergonzoso, tímido, y desde la tranquilidad de mi habitación podía exteriorizar a través del sonido de unas cuerdas todos mis sentimientos, mis alegrías y mis penas, eso cuando mi exceso de energía se apaciguaba y me lo permitía. Recuerdo que en muchas ocasiones me dijeron que era hiperactivo, y aunque tengo que reconocer que la guitarra es algo que me cala el alma y me llega al corazón, mis incansables músculos necesitaban algo más.

Empecé a hacer gimnasia deportiva con poco más de 8 años, y he vivido su belleza, riqueza y complejidad durante más de 20 años. He probado su dureza, su disciplina y su esfuerzo. Qué tontería, ¿acaso algo que valga la pena no conlleva esfuerzo? Si como gimnasta fue duro, venga, vamos a seguir como entrenador. Y las circunstancias y el sacrificio hicieron que uno de mis “chavales” consiguiera proclamarse Campeón de España, sobre más de setenta competidores. Casi fue más duro que cuando era yo el que me echaba la magnesia en las manos, pero también fue más bonito. La felicidad quizás se defina como esos instantes. Momentos inolvidables. O tal vez sea el camino hasta llegar a conseguir tus objetivos. Porque por muy duro y repleto de baches que esté el camino, se echa de menos.

Soy un apasionado del movimiento, de la voluntad de cambio, del esfuerzo y de la vida. Siempre me han gustado los retos.

Espero que algún día me propongan viajar a la luna, hay cosas que cuanto más arriesgadas son, más ganas te entran de llevarlas a cabo. Y dicen que el que no arriesga no gana. Pues bien, tras la gimnasia me enganché al judo, y por qué no decirlo al judo de competición. Mi primera medalla la obtuve al poco de empezar a entrenar, en el Campeonato de Madrid Universitario, y tengo que deciros que me supo a oro olímpico. No me lo podía creer, y realmente no sé por qué fue tan especial para mí. Este tipo de refuerzos nos aleccionan sobre el valor subjetivo que tienen las cosas. Cómo con un título tan “ridículo”, con perdón, ¿me sentía tan lleno? Siempre he hablado en plural de mis victorias, y quizás por eso me sentí así, por mis entrenadores, por su apoyo y confianza, por creer en mí a pesar de ser ya un estudiante avejentado, que no aventajado. Lecciones, aprendizajes, derrotas que saben a victorias y victorias que saben a muy poco. Unas veces se gana y otras se aprende dicen. Estoy de acuerdo, pues yo he aprendido mucho, de hecho casi siempre aprendo y sigo haciéndolo. De cada derrota, de cada piedra en el camino.

Siempre he dicho que soy el claro ejemplo de que cualquier persona puede ser capaz de sacarse una carrera, estudiar un máster, ganar un campeonato de España, crear una marca, fundar una empresa o llegar a la final del Primer Ninja Warrior España. Pues me considero alguien de lo más normal, del montón, a nivel físico, intelectual y en cuanto a talento se refiere. No es falsa modestia, lo prometo, también os voy a decir qué es aquello que me hace diferente, especial, único.

No creo que sean mis aptitudes las que me ayudan a alcanzar mis metas, sino mi actitud ante la vida. Mi capacidad de adaptación a los cambios, a un entorno inestable, a diferentes disciplinas deportivas, trabajos, proyectos, retos. Mi perseverancia y mi disciplina quizás compensen mi aparente falta de talento, y creo firmemente que tarde o temprano la tenacidad gana al talento. Puede que no a la primera, pero recordad que el tenaz, nunca se rinde.

Así me defino, con mayor o menor éxito en el camino, lucho por lo que quiero y amo lo que hago. Y aquello que haces con amor, simplemente se transforma en arte. Ese arte fluye por dentro de todos nosotros, estoy convencido, de diferentes maneras y bajo diferentes dones.

Esa es la filosofía de mi vida, mi trabajo y mi forma de interaccionar con los demás, dar lo mejor, porque «Si no das lo mejor, sacrificas el Don».

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